viernes, 26 de junio de 2009

Frío, neblina, asfalto.

Entre vidrios y sangre el frío me despierta, un gran dolor de cabeza me acelera. Me percato que no estoy en mi cama. Recuerdo mis ultimas acciones, el beso de ella.
Mientras camino hacia lo que parece ser mi carro, admiro el gran árbol amalgamado a él, siento envidia por sus inquilinos, vuelan a donde quieren y nunca lo hacen solos. Regreso a la imagen anterior, me alegra saber que estoy solo en esta experiencia, me alegra haberme despedido, me alegra el calor que ahora invade a mi abdomen, recorriendolo hasta llegar a mis pies. No me importa que el calor venga desde dentro y salga por mis heridas.
La radio de lo que parece ser mi carro todavía alcanza a gritar sus últimas notas, tomo conciencia de lo sucedido. No logro recordar por que estoy ahi, me molesta traer la camisa guinda con rayas blancas, no quiero morir asi.
Lloro y golpeo al maldito arbol, intento correr por auxilio pero las astillas de vidrios en mis rodillas lo impiden. Pienso en ella, tan lejos, quizas con la diferencia de horarios ya esté en la escuela en el viejo continente. Pienso en ellos mis 4, si tan solo tuviera mi celular en la mano, que bello sería despedirme de los 5.
En cuestión de segundos siento que muero, empieza a iluminarse todo, mis ojos se abren de nuevo, me siento adolorido, me duele la cabeza, pero ya no estoy sangrando. Tomo conciencia de mi entorno y estoy en mi cama, en un viernes no muy ameno, me levanto y veo que tengo tiempo suficiente para escribir lo que mi inconciente teme.
Hoy viviré para no morir solo.

lunes, 15 de junio de 2009

De como lo conocí.

Todo es muy confuso y borroso, pero ésta es la realidad plasmada en mi cerebro (no necesariamente la verdadera).

En Navojoa, en el departamento de Toledo, navidad y el arbolito en la sala. la mesita de bamboo con el teléfono verde. la sala en tonalidades rojas con blanco. la ventana con herradura (de aluminio) circular. la mesa de cristal del comedor. la marrucha sentada conmigo. yo con un gorrito verde de snoopy.

Me habían regalado una metralleta de juguete, me había gustado mucho. Me sentía rambo, o GI Joe, me sentía totalmente feliz, no existía nada más para mi fuera de ese departamento, esa era la vida, y era muy buena vida, eran vacaciones y parecían nunca terminar, todo a mi favor.

Los que me conocen estaran de acuerdo. Tengo manos de estómago, y como era de esperarse descompuse dicha metralleta y me sentí muy triste por que intenté arreglarla, sin obtener éxito alguno me di por vencido y la dejé a un lado.

Pasaron un buen rato y llegó a la hora de siempre, se enteró de lo acontecido, y me dijo "ven, vamos a arreglarla". Lo seguí por simple obediencia pero sin la minima esperanza de que la compusiera, ya que para mi parecía imposible.

Al paso de un buen rato y con mucha paciencia, la logró componer, mi metralleta sonaba otra vez!, podía ser rambo otra vez!, me devolvió lo que para mi en ese momento representaba la felicidad (estaba yo muy niño).

El pensó que sólo me compuso mi juguete, lo que realmente no sabe es que ahí nació la imagen que tengo de él, de ese hombre invencible que me inspira esa confianza infinita y me ayuda a pasar los momentos dificiles. Sé que siempre estará ahi para ayudarme aun que parezcan imposibles mis problemas, se que no se dará por vencido aun que yo lo haga.

Es ahí donde lo conocí, donde realmente me di cuenta de lo tanto que se me había dado. Es curioso como un objeto que representa la violencia, me regaló esta paz que hasta la fecha perdura.

Espero algun poder retribuir aun que sea un poco de lo tanto que me has dado.